sábado, agosto 08, 2009

ESPELEOLOGÍA EN EL CIELO

El cielo está lleno de cavernas y de grietas, que pasan inadvertidas a los espeleólogos terrestres.

El 25 de Agosto de 2006 yo ya había pasado por una cueva de esas. Ver "Nubes, Plantas, Animales y Cosas"

Foto: La boca de la caverna desde afuera

Se necesita una conjunción especial de rayos solares y de nubes para hacer visibles sus entradas.

Foto: La boca de la caverna desde adentro

De vez en cuando una tormenta electromagnética descontrola los sistemas de navegación de algún avión, y cuando los pilotos se dan cuenta ya están en el interior de una caverna. Normalmente el avión que penetra en una de esas cavernas celestes queda atrapado para siempre, como los peces que capturan los indígenas del Amazonas en sus nasas o artefactos de pesca. o como las sardinas que pescaba uno en los remotos zanjones de la infancia, utilizando una botella (ver abajo). El avión, entonces, se reporta como extraviado y, por supuesto, jamás pueden encontrar la caja negra, por más que busquen en el fondo del mar o sobre el suelo.

Esta vez yo estuve de buenas por dos cosas: Una, por haber ido a bordo de uno de esos aviones que de manera involuntaria se aventuran por las cavernas del cielo. Dos, porque rompiendo la regla general, ese avión logró encontrar una salida.

Las cavernas del cielo tienen sus propios soles interiores, que realmente son bolas de metano incandescente, como los llamado fuegos fatuos que brotan de los pantanos y las tumbas. Esos soles interiores son una forma particular de bioluminiscencia de las nubes vivientes.

El trayecto de salida desentierra del fondo de mi memoria subconsciente los recuerdos del parto.

Como en las cuevas terrestres, en las cavernas del cielo también hay lagos "subrerráneos", con oleajes y corrientes.
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Las nasas de que hablamos arriba.
Ver la nasa D (segunda de abajo hacia arriba).
El avión -perdón: el pez- entra por la boca grande y después no logra centrarse en el eje para escapar de la trampa.

Cerrando el círculo:

Observen con atención estas nubes prudentes, cobardes o hidrófobas, que no se atreven a meter los pies al agua.

Mientras la nube de arriba pareciera seguir la forma del ala, las nubes de abajo siguen casi exactamente la línea costera.